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Soy científica porque Dios me persiguió

“¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia?”

Salmos 139:7

La impresión de que Dios me estaba persiguiendo y tenía algo específico en mente para mi vida comenzó a una edad temprana. Me llevó mucho más tiempo descubrir qué era ese “algo específico”.

La confianza en la infancia en Dios como Creador

Mi decisión de seguir el llamado de Dios en mi vida tuvo lugar en mis años de escuela primaria en respuesta a la explicación del evangelio de mi pastor. Desde que tengo uso de razón, sentí que Dios era mi mejor amigo, y ahora le estaba entregando mi vida. Este compromiso se profundizó durante esos primeros años, cuando aprendí a confiar plenamente en Dios y a experimentar la paz que acompañaba su fidelidad al acompañarme en las experiencias de la vida.

Por esa misma época, tuve mi primer encuentro con la interacción entre la ciencia y la fe —lo que con el tiempo llegaría a ver como la verdadera vocación de mi vida— mientras miraba la Luna, las estrellas y los planetas a través del telescopio de mi padre. Doy gracias a Dios por haberme colocado en una familia que asistía a la iglesia, con un padre que fomentaba mi interés por la ciencia y una madre sabia y cariñosa. La exploración del cielo y del mundo natural iba acompañada con el entendimiento de que Dios era el Creador responsable de todo lo que observábamos. Este entendimiento fue confirmado por lo que aprendí en la iglesia, pero escuché algo muy diferente en mi clase de biología en la escuela pública.

Desafío científico a la fe

Mi maestro de biología de la escuela secundaria era ateo. Nos informó que lo que íbamos a estudiar en su clase contradiría lo que habíamos aprendido en la iglesia. Décadas después no recuerdo todos los detalles de sus clases, pero sí recuerdo el popular diagrama que presentó. Representaba la progresión lineal constante desde los ancestros de los gibones, pasando por una docena de otros primates, hasta el Homo sapiensmoderno. Con este diagrama, el maestro daba a entender que las pruebas del registro fósil demostraban el proceso completamente naturalista y aleatorio de la evolución humana, y que estas pruebas proporcionaban una explicación totalmente adecuada de nuestros orígenes (los evolucionistas contemporáneos califican ahora a este famoso diagrama como información falsa1). Dejar a Dios fuera del cuadro me planteaba un dilema: ¿cómo podía contradecirse la verdad sobre el Dios que está detrás de toda la creación con su propia creación? No tenía sentido, pero, como preadolescente, no sabía qué hacer con este aparente conflicto.

A lo largo de la adolescencia, participé plenamente en las actividades de la iglesia (coro, grupos de jóvenes, clases de escuela dominical y estudios bíblicos) e incluso di el sermón en mi iglesia el “domingo para personas mayores”. Pero hasta la universidad mi fe era principalmente interna. No me malentiendan. Como presidenta del cuerpo estudiantil y reina de FOMO (en jerga, “miedo a perderse algo”), estaba metida en todo, desde los deportes hasta la música y las porristas, y todos sabían que era uno de esos “locos de Jesús”.

Apropiarse de la fe a pesar de las dudas

Sin embargo, la universidad fue un verdadero punto de inflexión en mi camino de fe, ya que pasé por un período de reevaluación de lo que había aprendido y creído de niña. Me di cuenta de que la idea cristiana de que el Dios del universo nos creó intencionadamente con la libertad de elegir seguirlo y de que envió a su Hijo para restablecer la relación con él cuando fallamos tenía mucho más sentido para mí que la idea naturalista de que toda la complejidad del mundo natural —incluidos los seres humanos— llegó a existir por casualidad o por una afortunada coincidencia. El resultado de toda esta reflexión fue que mi fe se convirtió en algo propio, en lugar de algo que otras personas me habían enseñado y que yo simplemente había aceptado. También me quedó claro que mi fe en Dios necesitaba ser expresada externamente para que la gente pudiera ver que yo era diferente. Como escribe el apóstol Santiago, “la fe sin obras está muerta” (Santiago 2:26). Desde entonces, he intentado servir a los demás de la manera en que Dios me indica.

Aunque siempre me interesaron las matemáticas y la ciencia, y mis maestros y familiares me animaron a cursar estudios de STEMM (ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas y medicina por sus siglas en inglés), la disonancia cognitiva que había experimentado entre las explicaciones de los orígenes dadas por la ciencia secular y las que yo consideraba verdaderas a través de mi fe y de mis observaciones personales del orden creado me llevaron a desviar mi atención académica hacia otra parte. (Me llevaría años de estudio serio tanto de ciencia como de teología para resolver esta disonancia). Así que, durante mi último año de licenciatura, mientras terminaba mi carrera de ciencias políticas, hice unas prácticas en el Departamento de Estado de EE.UU. estudiando cuestiones de control de armas. Allí me di cuenta de que necesitaría un título de posgrado para avanzar en mi carrera en el Departamento de Estado, y que sería ventajoso para mí obtener un título en ingeniería para contribuir a las discusiones sobre el control de armas de manera significativa.

Una atracción divina hacia la ciencia

Lo que siguió fue una serie de acontecimientos milagrosos que demostraron hasta dónde llegaría Dios para atraerme de nuevo a la carrera STEMM para la que me había predestinado. Fui admitida en un programa de maestría en ingeniería aeroespacial en la Universidad de Stanford, con nada más que mi licenciatura en ciencias políticas y algunas puntuaciones decentes en exámenes GRE. Ese programa fue una de las cosas más difíciles que he hecho, compitiendo con estudiantes que ya habían estudiado cuatro años de ingeniería. Pero Dios me sacó adelante, y unos años después comencé mi programa de doctorado, también en la Escuela de Ingeniería de Stanford.

Paralelamente a los estudios de posgrado, trabajé como ingeniera para Lockheed Martin en los programas del telescopio espacial Hubble y de la Estación Espacial Internacional de la NASA. Recibí elogios de la NASA y fui designada Astronauta Corporativa de Lockheed. También trabajé en WET Labs, en Bellagio Fountains, Las Vegas, y en The RAND Corporation en los aspectos de política de cuestiones aeroespaciales, antes de pasar al mundo académico.

La resolución de mis luchas en la interfaz de la ciencia y la fe fue un proceso gradual. Mientras que otros podrían señalar un gran momento de revelación que resolvió toda su disonancia entre la ciencia y la fe de una vez, para mí sucedió a través de años de estudio y práctica persistentes de acuerdo con la promesa de Dios de que “a los que me buscan, me doy a conocer” (Proverbios 8:17).

La persecución de Dios continúa

Avance rápido a unos años atrás. Mientras daba una clase de astronomía en la universidad, me invitaron a escribir un artículo de opinión para el sitio web de CNN, brindando una perspectiva cristiana sobre el reciente descubrimiento de posibles pruebas de las ondas gravitatorias cósmicas predichas por Albert Einstein. El editor de CNN tituló el artículo de forma independiente “Does the Big Bang Breakthrough Offer Proof of God?” (¿Ofrece evidencia de Dios el gran avance sobre big bang?). Probablemente, al menos en parte, debido al provocativo título, el artículo se hizo inmediatamente viral, lo que llevó a una editorial de libros cristianos a ofrecerme un contrato para el libro God of the Big Bang: How Modern Science Affirms the Creator.2

Los hilos que se entretejen a lo largo del libro son también las verdades más esenciales que resolvieron mi propia disonancia entre la ciencia y la fe. Principalmente, estas verdades son (1) que Dios se revela de forma fiable a través de la Biblia y la creación, y (2) que es estadísticamente muy improbable que nuestro universo favorable a la vida haya llegado a existir simplemente por azar. Después de la publicación del artículo y del libro, me encontré sumergida en medio del diálogo entre la ciencia y la fe haciendo entrevistas en la radio, la televisión y la prensa escrita con regularidad.

Sigo sintiendo que Dios es mi mejor amigo, y que dirige mis caminos abriéndome las puertas a oportunidades para servirlo de formas que nunca hubiera imaginado. Cada nueva oportunidad refuerza mi confianza en que los caminos de Dios son mucho mejores que los míos. Hasta ahora, esto ha incluido trabajar con estudiantes, construir casas en México, jugar voleibol por todo el mundo con Athletes in Action, cantar por todo el mundo con Witness Ministry Team, jugar al fútbol profesional femenino, trabajar como astronauta de pruebas y participar en conversaciones tanto locales como internacionales sobre ciencia y fe.

A través de las oportunidades y experiencias que siguieron a mi entrega a Dios hace muchos años, he llegado a comprender que el “algo específico” de mi llamado es ayudar a las personas (especialmente a los estudiantes) a salvar la brecha percibida entre la ciencia y la fe para que se den cuenta de que es posible ser tanto un cristiano fiel como un científico de primer nivel. Este llamado está en el corazón de por qué sigo atravesando todas las puertas que Dios me abre.

Notas

  1. Xantha Leatham, “Theory of Errorlution: Famous Diagram Showing Ascent of Man Idea Is ‘So Wrong’ It Sends Leading Geneticist Ape,” Daily Mail, June 20, 2021, accessed October 9, 2021.
  2. Leslie Wickman, God of the Big Bang: How Modern Science Affirms the Creator (Brentwood, TN: Worthy Books, 2015).