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Cómo el cristianismo explica mejor la igualdad de los seres humanos

La pandemia del COVID-19 nos ha demostrado que muchos trabajos que podíamos dar por sentados, como el de cajero de supermercado o el de repartidor de compras hechas por internet, son esenciales y de gran valor para el buen funcionamiento de la sociedad. Esta observación nos recuerda que el valor inherente de una persona no se basa en su salario o en su cargo. También pone de manifiesto la profunda intuición de que todos los seres humanos son iguales, independientemente de las diferencias de talento y capacidades. Como sociedad, creemos que las mejores versiones de nuestras instituciones políticas y sociales deben reconocer esta igualdad, y por ello favorecemos la democracia y la protección de los derechos fundamentales. Nos oponemos al racismo y al sexismo porque degradan y tratan a otros seres humanos como menos que ellos. Todos los seres humanos son iguales, y su género o el color de su piel no afectan su valor.

Sin embargo, muchos filósofos han señalado una aparente paradoja: mantenemos profundamente esta intuición de que todos los seres humanos son iguales y, sin embargo, los seres humanos varían en muchos aspectos. Algunos son músicos virtuosos y otros son sordos. Algunos juegan fútbol en la liga profesional y muchos más lo ven desde sus sofás. Algunos crean hermosos jardines o cocinan comidas maravillosas mientras que otros no pueden hacer crecer la hierba o cocinar algo sin quemarlo.

Aristóteles reconoció que los seres humanos tienen diferencias en cosas como la altura, la velocidad o el talento musical.1 Jean-Jacques Rousseau afirmó que las diferencias de talento y la demanda económica de ciertos talentos sobre otros conducían a un mayor éxito económico para aquellos con habilidades preferidas.2 Bernard Williams escribió: «No es… en su habilidad, inteligencia, fuerza o virtud que los hombres son iguales… es su humanidad común lo que constituye su igualdad»3 Pero Williams también dice que la «humanidad común» no es una explicación suficiente. La pregunta que plantean estos filósofos es: ¿Cómo podemos ser iguales los seres humanos si tenemos niveles de talento tan diferentes? Nuestras capacidades y talentos no pueden ser la base de la igualdad, así que debe ser algo más.

¿La racionalidad hace que los seres humanos sean iguales?

Un posible argumento para explicar la igualdad humana es la racionalidad. Immanuel Kant argumentó este punto en su obra: Grounding for the Metaphysics of Morals (Fundamentación de la Metafísica de la Moral).4 Pero ser capaz de razonar no explica del todo por qué todos los seres humanos son iguales porque, aunque la mayoría de los seres humanos alcanzan un umbral de racionalidad, algunos lo superan con creces y otros quedan por debajo del mismo. Algunas personas sufren limitaciones cognitivas y otras pierden su racionalidad debido a la demencia o a una lesión. Por tanto, no todos los humanos gozan del mismo nivel de racionalidad durante todos los momentos de su vida. Sin embargo, a nuestra sociedad le parecería monstruoso sostener que una persona que carece de plena racionalidad no es igual a los demás humanos y no merece que se protejan sus derechos fundamentales. Tampoco nos parece adecuado dar a las personas con mayor coeficiente intelectual más votos en unas elecciones. Por lo tanto, la racionalidad no funciona como base de la igualdad humana.

¿La sensación de placer o dolor hace que los humanos sean iguales?

Otra posible razón por la que los humanos son iguales es que todos los humanos sufren dolor y experimentan placer. Los filósofos utilitaristas Jeremy Bentham y John Stuart Mill sostenían esta opinión.5 Sin embargo, la capacidad de experimentar dolor o placer también parece inadecuada. Como señaló Bentham, los animales pueden experimentar dolor y placer.6 Y aunque sabemos que los animales deben ser respetados y tratados con dignidad, no los situamos como iguales en la sociedad cuando se trata de poder votar o ejercer derechos fundamentales como la libertad de expresión. Así que, como la capacidad de experimentar dolor y placer no es lo que hace a los humanos iguales, debe haber algo más que fundamente la igualdad humana.

¿La imagen de Dios hace a los seres humanos iguales?

El cristianismo explica por qué las personas con diferentes talentos, capacidades y posiciones en la vida son iguales. Las Escrituras describen la iglesia cristiana como un cuerpo formado por diferentes partes, pero todas ellas son igualmente importantes (1 Corintios 12:12-27). En este contexto, cada persona utiliza sus talentos, todos los talentos son necesarios, y ningún talento -a pesar de su prominencia- es más valioso o importante que otro. El cristianismo, al igual que el judaísmo, sostiene que todos los humanos somos iguales porque hemos sido creados a imagen de Dios.

Y dijo Dios: «Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza; y ejerza[a] dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra». Dios creó al hombre a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (Génesis 1:26-27 NBLA)

Esta cualidad de imagen hace que sea incorrecto maltratar a otros seres humanos.

El que derrame sangre de hombre, Por el hombre su sangre será derramada, Porque a imagen de Dios Hizo Él al hombre. (Génesis 9:6 NBLA)

Además, en la encarnación, Jesús (siendo plenamente Dios) tomó carne humana, reivindicando el concepto de que cada ser humano es creado a imagen de Dios. Independientemente de los talentos o habilidades que cada uno de nosotros posea o carezca, de que tengamos una racionalidad reducida a causa de una demencia avanzada o un daño cerebral grave, como portadores de la imagen divina seguimos siendo humanos y seguimos siendo iguales. Esta explicación concuerda con nuestra intuición de que todos los humanos somos iguales.

Alguien podría objetar que la capacidad de tomar decisiones morales, y no la imagen de Dios, ancla la igualdad humana. Sin embargo, algunos seres humanos carecen de la capacidad de tomar decisiones morales. En el sistema de justicia penal reconocemos que no es apropiado hacer a las personas plenamente responsables de sus actos si carecen de la suficiente capacidad cognitiva para comprenderlos. Además, el propio concepto de moralidad objetiva es difícil de explicar si no existe Dios, y el cristianismo sostiene que la capacidad moral es algo que Dios ha dado a la humanidad (Romanos 2:14-16).

Fundamentar la igualdad humana en el cristianismo

¿Por qué es importante que el cristianismo explique la intuición de que todos los seres humanos son iguales? Bueno, si pensamos que es objetivamente cierto que los seres humanos son iguales a pesar de las diferencias de talento, y el cristianismo es el que mejor explica cómo todos los seres humanos son iguales, aunque tengamos diferentes atributos físicos y talentos, entonces tenemos razones para creer que el cristianismo es el que mejor explica la realidad. Cualquiera que esté seriamente interesado en la verdad querrá entender la realidad y, por tanto, investigar la fe cristiana.

Además de las consideraciones sobre la verdad, la fe cristiana enseña que el hecho de haber sido creados a imagen de Dios significa que todos los seres humanos poseen un valor intrínseco. Por lo tanto, si queremos una razón por la que los seres humanos deben ser tratados por igual a pesar de nuestras diferencias en cuanto a talentos, capacidades o posiciones, entonces el cristianismo proporciona una base sólida para la igualdad humana que otras explicaciones no pueden.

Notas
  1. Aristotle, “Politics,” trans. B. Jowett, in The Complete Works of Aristotle, edited by Jonathan Barnes (Princeton: Princeton University Press, 1995), 1986–2129.
  2. Jean-Jacques Rousseau, “A Discourse on a Subject Proposed by the Academy Of Dijon: What Is the Origin Of Inequality among Men, and Is It Authorised by Natural Law?” in The Social Contract and Discourses, translated with an introduction by G. D. H. Cole (London and Toronto: J. M. Dent and Sons, 1923), 155–247, https://oll.libertyfund.org/titles/638.
  3. Bernard Williams, “The Idea of Equality,” in Equality: Selected Readings, edited by Louis P. Pojman & Robert Westmoreland (Oxford: Oxford University Press, 1997), 91–102.
  4. Immanuel Kant, Grounding for the Metaphysics of Morals, trans. James W. Ellington (Indianapolis: Hackett Publishing, 1993).
  5. John Stuart Mill, Utilitarianism (Indianapolis: Hackett Publishing, 2001).
  6. Jeremy Bentham, An Introduction to the Principles of Morals and Legislation (Oxford: Clarendon Press, 1907), https://oll.libertyfund.org/titles/278.