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¿Cuáles son los límites operativos de la ciencia?

La ciencia moderna ha cambiado radicalmente el mundo para bien. Todos nos hemos beneficiado de los avances médicos y tecnológicos. Debido a este éxito, algunas personas han llegado a la conclusión de que la ciencia puede responder a todas las preguntas fundamentales de la humanidad. Esta filosofía, denominada cientificismo (la ciencia es el único o el mejor camino para descubrir la verdad), debe diferenciarse de la ciencia (el estudio del mundo natural a través de la observación y la experimentación) y es reflejada por científicos seculares tan destacados como Richard Dawkins, Peter Atkins y Lawrence Krauss.

¿Tiene la ciencia «límites operativos»? En otras palabras, ¿hay áreas de conocimiento o cuestiones que la actividad científica -por su propia naturaleza- no puede abordar adecuadamente? Consideremos esta cuestión.

La ciencia: Una definición

La ciencia implica un enfoque inductivo general para obtener conocimientos sobre el mundo. Sopesa las probabilidades y se mueve lógicamente de lo particular a lo general. Los datos científicos suelen proceder directamente de la observación y la experimentación sobre el universo físico. Así, la ciencia realiza un excelente trabajo para explicar los mecanismos físicos del mundo material. Sirve como una gran herramienta para comprender la realidad de ese mundo. La ciencia ayuda a explicar el qué y el cómo de la vida. Y este aspecto práctico es lo que ha hecho de la ciencia una empresa humana tan exitosa y profundamente valorada.

Los límites de la ciencia

Pero la ciencia fracasa cuando se trata de las grandes cuestiones de sentido, propósito y significado. Se trata de las preguntas fundamentales del por qué que la gente se plantea de forma natural y necesaria. Por ejemplo, revelar que algo ha sucedido en el mundo físico no explica por qué ha sucedido o qué significa en última instancia. El biólogo y filósofo Francisco Ayala lo ha expresado de esta manera: «En cuestiones de valores, significado y propósito, la ciencia tiene todas las respuestas, excepto las interesantes».1 Y el eminente filósofo de la ciencia Karl Popper, reflejando una modesta visión del funcionamiento de la ciencia, afirmó «Es importante darse cuenta de que la ciencia no hace afirmaciones sobre cuestiones últimas, sobre los enigmas de la existencia».2

Entonces, ¿cuáles son los límites operativos específicos de la ciencia? Consisten en verdades clave que la ciencia no puede demostrar formalmente, pero que la gente puede afirmar racionalmente que son reales y verdaderas:3

1. Verdades matemáticas y lógicas

Las matemáticas y la lógica reflejan leyes y principios que son necesarios para la teorización científica y son supuestos fundamentales de los que depende la ciencia, pero que ésta no puede demostrar por sí misma. Las matemáticas y la lógica son de naturaleza conceptual (abstracta) y no se derivan de forma empírica (sensorial). La ciencia tiende a confirmar la verdad de las matemáticas y la lógica, pero no puede justificar estas realidades conceptuales.

2. Verdades metafísicas

Las verdades metafísicas (relacionadas con la realidad) incluyen ideas como la existencia de un mundo externo real (no una mera ilusión) y que existen mentes (distintas de la nuestra) capaces de comprender ese mundo. Estas ideas críticas sobre la realidad son también supuestos fundacionales de los que parte la ciencia, pero que no pueden justificarse a través del propio método científico.

3. Verdades éticas

Existen verdades y valores morales objetivos (correcto, incorrecto, bueno, malo) que son necesarios para hacer buena ciencia. Por ejemplo, los experimentos científicos y los resultados que proporcionan sólo son válidos si se realizan con una honestidad y una imparcialidad rigurosas. Pero estos principios éticos y morales no pueden derivarse de los medios observacionales y empíricos de la ciencia.

4. Juicios estéticos

La estética es la rama de la filosofía que se refiere a la naturaleza y la apreciación de la belleza, el gusto y el arte. Labelleza abunda en el mundo natural. Pero los juicios de valor puros sobre el significado y la apreciación de la belleza, el gusto y el arte no pueden ser abordados por el método científico. Una vez más, los juicios de valor sobre la moral o la belleza se forman fuera del carril de la ciencia.

5. La ciencia en sí misma

La actividad científica se basa en supuestos críticos que no pueden derivarse del método científico. La ciencia no puede validar esos supuestos ni puede decirnos cómo debe utilizarse adecuadamente el conocimiento científico. Para que los científicos realicen su trabajo con cierta confianza, deben, por ejemplo, creer en supuestos como:4

  • La realidad objetiva del cosmos
  • La inteligibilidad esencial del cosmos
  • El orden, la regularidad y la uniformidad de la naturaleza
  • La validez de las matemáticas y la lógica
  • La confiabilidad básica de las facultades cognitivas y los órganos sensoriales del ser humano
  • La congruencia entre la mente humana y la realidad física
  • Que existe un criterio aceptable para una hipótesis adecuada
  • Que lo que se observa en la naturaleza puede proporcionar pistas e indicadores de patrones y procesos inobservables

Estos ocho supuestos fundamentales son sólo eso: supuestos. Es decir, estas condiciones previas para hacer ciencia no se demuestran primero con la ciencia. Más bien, los científicos suponen que estas ideas son verdaderas antes de empezar a practicar la ciencia. La ciencia ayuda a confirmar la verdad de estas condiciones previas de la realidad, pero el método científico en sí mismo no estableció ni justificó estos puntos de partida previos. De este modo, los científicos operan sobre la base de la fe en estos supuestos extraordinarios: las condiciones previas necesarias para la inteligibilidad.

Las preguntas decisivas

Hay muchas más áreas de conocimiento (históricas, existenciales, experienciales) que no pueden probarse científicamente porque no son asuntos que puedan repetirse mediante la observación crítica y verificarse o falsificarse a través del método científico.
El premio Nobel Sir Peter Medawar (1915-1987) hizo esta afirmación sobre los límites operativos de la ciencia:

La existencia de un límite para la ciencia se hace muy probable por la existencia de preguntas que la ciencia no puede responder y que ningún avance concebible de la ciencia le permitiría responder. Estas son las preguntas que se hacen los niños, las «preguntas fundamentales» de Karl Popper. Me refiero a preguntas como ¿Cómo empezó todo? ¿Para qué estamos aquí? ¿Qué sentido tiene vivir? Por tanto, no es a la ciencia, sino a la metafísica, a la literatura imaginativa o a la religión, a donde debemos acudir en busca de respuestas a las preguntas que tienen que ver con lo primero y lo último.5

La ciencia, aunque es sólida y fructífera a la hora de abordar cuestiones sobre los mecanismos del mundo natural, tiene sin embargo límites operativos reales. Sin embargo, la cosmovisión cristiana, responsable del nacimiento de la ciencia moderna, puede aumentar el limitado alcance explicativo de la ciencia ofreciendo explicaciones razonables sobre cuestiones de sentido, propósito y significado.

Reflexiones: Tu turno

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Notas
  1. Francisco J. Ayala, Darwin’s Gift to Science and Religion (Washington, DC: Joseph Henry Press, 2007), 177.
  2. Karl R. Popper, “Natural Selection and the Emergence of Mind,” in Evolutionary Epistemology, Rationality, and the Sociology of Knowledge, ed. Gerard Radnitzky and W. W. Bartley, III (La Salle, IL: Open Court, 1987), 141.
  3. El filósofo cristiano William Lane Craig identificó estos puntos como ajenos a la verificación científica y, sin embargo, justificadamente racionales y aceptables en su debate con el científico ateo Peter Atkins, “Does Science Prove Everything?” (21 de abril de 2010), https://www.youtube.com/watch?v=vxJQe_FefxY.
  4. Para más información sobre estas condiciones previas de la ciencia, véase Kenneth Richard Samples, Without a Doubt: Answering the 20 Toughest Faith Questions (Grand Rapids: Baker, 2004), 191–96.
  5. Peter Medawar, The Limits of Science (Oxford, UK: Oxford University Press, 1984), 66.