Default default post thumbnail

¿Por qué un Dios amoroso nos castigaría?

Cuando tenía cinco años, «Postman Pat» (Pat el cartero, serie de televisión infantil británica) era mi programa de televisión favorito. Así que, cuando me portaba mal, mi castigo incluía perderme el programa. Sufría, como solo un niño de cinco años puede hacerlo, sabiendo que mis hermanos lo veían mientras yo estaba desterrado en mi habitación.El castigo implica sufrimiento, ya sea grande o pequeño. Los humanos reconocen intuitivamente que está mal infligir sufrimiento a alguien, por lo que se deduce que está mal castigar a alguien. Entonces, ¿por qué un Dios todopoderoso y bueno haría sufrir a alguien castigándolo? ¿Por qué enviaría Dios a algunas personas a sufrir en el infierno como castigo?

Responsabilidad y castigo

Para abordar estas cuestiones, consideraremos el libre albedrío y cómo la sociedad recompensa o castiga las decisiones que toman las personas. En la sociedad humana, generalmente aceptamos que está moralmente justificado castigar el comportamiento delictivo. Cuando la sociedad castiga a alguien por cometer un delito, lo hace responsable por decidir libremente cometerlo. Del mismo modo, cuando la sociedad elogia a alguien por hacer una elección encomiable, considera a esa persona responsable de un comportamiento digno de elogio.

Cuando la sociedad castiga a un delincuente, está culpando adecuadamente a esa persona por haber elegido libremente cometer el delito. Esto no quiere decir que no haya casos en el sistema de justicia penal en los que consideremos que alguien que ha cometido un acto delictivo no debe ser considerado responsable porque padece una limitación cognitiva. En estos casos, sostenemos que el individuo no era responsable del acto, ya que no comprendía plenamente sus acciones.

¿Somos humanos o animales?

Sin embargo, el respeto al libre albedrío trata a las personas como individuos racionales y capaces de ejercer un juicio moral. Sin embargo, algunos, como el filósofo y activista político Bertrand Russell, han defendido que no deberíamos castigar a los delincuentes, sino tratar sus acciones delictivas como síntomas de una enfermedad. 1 Pero un mundo que absuelva a los delincuentes de la responsabilidad de sus delitos sería muy problemático. El escritor e intelectual cristiano C. S. Lewis escribió:

Ser «curado» en contra de la propia voluntad y curado de estados que no podemos considerar como enfermedad es ponerse al nivel de los que aún no han alcanzado la edad de la razón… y de los animales domésticos. Pero ser castigado, aunque sea severamente, porque lo hemos merecido, porque «deberíamos haberlo sabido», es ser tratado como una persona humana hecha a imagen y semejanza de Dios.2

Estoy de acuerdo con Lewis. Si no castigamos a las personas por las acciones erróneas que eligen hacer, entonces realmente las estamos tratando como animales. Los animales no son moralmente responsables de sus actos. Si mi perro hace sus necesidades en la alfombra, lo entreno para que no lo haga en el futuro. Sin embargo, si una persona comete un delito, no nos limitamos a entrenarla para que no vuelva a hacerlo. No se le puede entrenar, como a un animal, para que no haga determinadas cosas, sino que debe elegir libremente no hacerlas en el futuro. No podemos anular su libre albedrío mediante el adiestramiento. Y la mayoría de la gente tiene la profunda sensación de que es inapropiado tratar a una persona de la misma manera que trataríamos a un animal.

El filósofo Herbert Morris señaló otros problemas con los tratamientos sin castigo. Sostuvo que un mundo que trata a los delincuentes como si sufrieran una enfermedad permitiría la detención preventiva antes de que se cometiera cualquier delito, si se cree que alguien tiene tendencias peligrosas. Escribió:

En el sistema de castigo, al tratarse de sanciones, es comprensible que nos abstengamos de imponerlas hasta que estemos seguros de la culpabilidad. En el sistema terapéutico, al tratarse de beneficios, hay menos razones para abstenerse de aplicar el tratamiento en una fase temprana.3

Tampoco permitiría a los delincuentes saldar su deuda con la sociedad. Si no te has ganado un castigo, ¿cómo puedes volver a ganarte el respeto de la sociedad? Morris escribió:

La imposición del castigo prescrito conlleva la idea… de que uno ha «pagado su deuda» con la sociedad, ya que el castigo consiste en quitarle a la persona algo comúnmente reconocido como valioso… Lo que está claro es que las concepciones de «pagar una deuda» o «tener una deuda perdonada» o el perdón no tienen lugar en un sistema de terapia.4

Respeto y misericordia

El castigo respeta nuestras elecciones libres y nos respeta como personas capaces de tomar decisiones morales. Si Dios nos considera responsables de nuestras acciones morales, entonces nos trata como personas racionales que son responsables de sus elecciones. Al castigar a los que hacen el mal, Dios no es injusto ni mezquino, sino que nos trata con respeto. Es el mismo modo en que el sistema de justicia penal, cuando se aplica correctamente, respeta a los delincuentes como personas al castigarlos en lugar de tratar sus delitos como algo sobre lo que no tenían control.

La buena noticia es que Dios tiene misericordia, aunque merezcamos el castigo divino debido a nuestras decisiones libres de cometer errores morales. Esto no quiere decir que Dios se tome nuestras faltas morales a la ligera y las deseche fácilmente. Por el contrario, Jesús asumió el castigo que merecíamos al sufrir y morir en nuestro lugar. Su justicia (bondad moral) se nos imputa si decidimos seguirle y obedecerle. Además, como señalaron Morris y Lewis, la misericordia sólo tiene sentido si alguien merece ser castigado y el castigo no se lleva a cabo. Lewis escribió: «Si el crimen es sólo una enfermedad que necesita cura, no un pecado que merece castigo, no puede ser perdonado. ¿Cómo se puede perdonar a un hombre por tener un húmero o un pie de palo?»5 Por lo tanto, para ser misericordioso, Dios debe considerarnos responsables, y la misericordia es claramente el ejercicio de un Dios amoroso.6

Notas
  1. Bertrand Russell, Proposed Roads to Freedom (New York: Henry Holt and Company, 1919), 125.
  2. S. Lewis, “The Humanitarian Theory of Punishment,” in God in the Dock: Essays on Theology and Ethics, ed. Walter Hooper (Grand Rapids: William B. Eerdmans, 2014), 287–301.
  3. Herbert Morris, “Persons and Punishment,” The Monist 52, no. 4 (October 1, 1968): 475–501, https://doi.org/10.5840/monist196852436.
  4. Herbert Morris, “Persons and Punishment,” 484.
  5. Lewis, “Punishment,” 294.
  6. Esto no quiere decir que aquellos a quienes Dios extiende su misericordia no sufrirán en la vida, ya que el sufrimiento puede desarrollar el carácter (Romanos 5:5). Más bien, los creyentes en Cristo no sufrirán el castigo eterno que merecen por el pecado.